Juan Permanyer Fernández murió de un disparo que el mismo se propinó sin dejarnos pistas de aquella decisión tan resolutiva. De buena persona se caía y además vivía con una caprichosa con perro que le sodomizaban a placer. Él fue el que me puso de apodo Ábu, en honor al pequeño timple canario con el que amenizaba los viajes de fin de semana por Portugal. Desde entonces, mi coche era el ábu-coche, mi lápiz el ábu-lápiz, mi moto la ábu-moto…
Corrían los tiempos del auge de la socialdemocracia con su consigna maldita: “El Estado es Dios y quién no se haga rico es un imbecil”. Aquella nueva religión de España sustituyó a la formal y no tubo que sudar nada para encontrar correligionarios a mansalva. La corrupción comenzó a ser la única opción para gobernar. Yo no la compartí y por eso me puse a cantar inútilmente. NO PUEDO RECONOCERTE la escribí para Juan Permanyer y ahí empezó mi etapa febril de composiciones paisajísticas de la época, de incognito, como ábu.
En este blog pretendo envolver mis canciones con los acontecimientos que las acuñaron. Mis vecinos de entonces pueden dar fe de ello porque golpeaban con el palo de la escoba en mi techo para que les dejara dormir, por lo menos, de las tres en adelante. Fueron muy complacientes conmigo.
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